“Sabés qué es un doble mixto”, inició el “chiste” muchos años atrás un compañero del club de tenis al que iba con frecuencia. Y remató:
“Un single con obstáculo”. Pasaron algunas décadas y veo el “chiste” reflejado en un foro de tenis español por la sorpresiva y polémica designación de Gala León como nueva capitana del equipo de Copa Davis más veces campeón (5 títulos) de los últimos tiempos, pero descendido a Segunda por primera vez en 19 años.
Buena parte de los medios, ya duchos en la descontextualización (es decir, tomar sólo una parte de una opinión, la más polémica, y recortar todo intento de reflexión posterior), eligieron una declaración acaso infantil de Toni Nadal, tío y entrenador de Rafael Nadal, y, a partir de allí, estalló el escándalo: “hay una dificultad logística difícil de solventar -dijo Toni Nadal-, cuando tú en (Copa) Davis te pasas mucho tiempo en el vestuario con poca ropa y una mujer no deja de ser extraño que esté dentro”. Toni Nadal dijo muchas otras cosas más, pero el sexismo superficial ganó los espacios, porque genera más rating la polémica boba antes que cualquier otra reflexión interesante. Toni Nadal debió aclarar luego que no era machista pero sí “anticuado” y lo amplió diciendo que a él le resultaba incómodo “hacer pipí delante de una chica”. Bastó para que hasta los más importantes partidos políticos de España se pronunciaran en contra de la discriminación. Y que hasta la jefa editora de deportes de uno de los diarios más importantes de España apuntara duro contra Toni Nadal tomando sólo esa parte de sus declaraciones. Toni Nadal dijo cosas más importantes: que “por currículum y conocimiento” había otros “más preparados” y que Gala León no conocía el circuito masculino y ni siquiera habló o intentó conocer a los jugadores cuando hasta una semana atrás ocupaba el cargo de directora deportiva de la Federación de Tenis (RFET).
Juan Carlos Ferrero, Sergi Bruguera o Alberto Berasategui, por citar a algunos, hubiesen sonado entonces como capitanes más lógicos. Inclusive la discusión hubiese sido menor si, la mujer designada, hubiese sido Arantxa Sánchez o Conchita Martínez, ambas de primerísimo nivel. Pero no Gala León, que ocupó un puesto 27 del ranking femenino y apenas había entrenado a jugadoras sin mayor éxito. Demasiado extraño para el tenis de un país que, más allá del descenso actual a Segunda, fue, hay que repetirlo, el principal animador de la Copa Davis de los últimos años. Una potencia. La Armada española. Los defensores de la designación argumentan que, con Carlos Moyá, otro gran ex campeón, España cayó a Segunda. No es justo. España fue a Segunda, es cierto, pero porque afrontó la derrota de Brasil sin siete de sus 12 mejores jugadores, que renunciaron a jugar, además de la baja del número uno, Rafael Nadal, lesionado. Moyá debió recurrir a Roberto Bautista y Pablo Andújar, dos jugadores que no registraban siquiera una victoria en la Davis. Demasiado poco para un país con dos top ten y siete tenistas entre los 30 mejores del ranking. “Tenis, esta discusión trata de tenis”, escribió un forista, enojado en medio de tanto debate sexista.
La discusión, entonces, no fue sexista, aún cuando Toni Nadal pueda ser una persona “anticuada”. La discusión fue si Gala León reunía o no los requisitos adecuados para ser capitana. Y el currículum, hay que ser claro, dice que no. Muchos recordaron que Andy Murray, uno de los mejores tenistas de la última década, tiene hoy una entrenadora. Pero la francesa Amelie Mauresmo, de ella se trata, fue número uno del ranking femenino y ganó, entre otros numerosos títulos, en Wimbledon y en Australia. Algunos tenistas, como el letón Ernest Gulbis, se burlaron diciendo que esperaría el retiro de Maria Sharapova o Ana Ivanovic, o alguna otra jugadora bonita, para ofrecerle que la entrenara.
¿Y acaso los San Antonio Spurs, campeones de la NBA, no contrataron como entrenadora asistente a Becky Hamon? Es cierto, pero Hamon es una de las 15 mejores jugadoras en la historia del básquet femenino de Estados Unidos, sexta máxima anotadora, cuarta en asistencias, sexta en partidos y, además, jugadora por Rusia en Juegos Olímpicos y Mundiales. También impactó en su momento la fugaz designación de la portuguesa Helena Costa en el Clermont, de la Segunda de Francia. Pero Costa había trabajado antes en el Benfica y el Celtic y dirigido las selecciones femeninas de Qatar e Irán. Cuatro equipos de Copa Davis tuvieron en la historia una capitana: Moldavia, San Marino, Siria y Panamá, todos a millones de kilómetros de la calidad del tenis español.
¿Se hubiera exigido currículum impecable con una situación a la inversa? Es decir, con un técnico hombre no muy conocido al frente de un equipo femenino. Puede ser que no. El deporte sigue siendo un mundo machista. Y nunca hubo polémica sobre la “poca ropa” en un vestuario con técnicos hombres dirigiendo a mujeres. También el mundo de la prensa está dominado por hombres. Más del 90 % de las informaciones deportivas hablan de hombres. Y más del 90 % de esas informaciones también son contadas por hombres Pero hubo otro dato que llamó más la atención en la decisión de la RFET. El hecho de que su presidente, José Luis Escañuela, ofreciera el cargo a León apenas tuvo la renuncia de Moyá. ¿Para qué tanto apuro si España deberá afrontar su próximo compromiso por la Davis dentro de 10 meses? Y, mucho más importante aún, ¿por qué decidió Escañuela romper la tradición histórica de consensuar la designación del capitán con los principales jugadores? Acaso tanta renuncia de jugadores, aún con Moyá de capitán, llevó al dirigente a elegir una nueva línea de menos amiguismo y más mano dura. Riesgosa elección para un torneo al que los jugadores asisten más pensando en el corazón que en el bolsillo. Si el corazón deja de llamar, porque no soportan a Escañuela, a León, o al método de su designación, será difícil reconquistar su confianza para lograr el retorno al Grupo Mundial. Es un debate interesante, y no ajeno al tenis argentino, que casi desciende y que ahora acepta que deberá consensuar con Juan Martín del Potro la designación del nuevo capitán de la Davis.
Y, por último, otro dato acaso más interesante para el debate también quedó omitido. El Estado español aportó dinero en la preparación de casi todos sus tenistas. En ese momento, les hizo firmar a los jugadores un compromiso de que aceptarían convocatorias a equipos nacionales. Después de muchos años jugando por España, y de ser señalados inclusive como un equipo modelo, muchos de esos jugadores, por edad, cansancio, calendario, lesiones, o lo que fuere, dijeron no a la Davis. Comprensible acaso en los más veteranos. No tanto en los más jóvenes, según dijo el propio Moyá, que renunció porque quedó desilusionado con la actitud de la nueva generación.
¿Decidirá la RFET obligar a los jugadores a respetar aquel contrato que firmaron cuando eran niños y el Estado apoyó económicamente su formación? “No sé hasta qué punto puedes presionar. Es tan fácil como que el jugador diga que está lesionado. Yo nunca llegaré a ese extremo, prefiero el diálogo”, dijo el renunciante Moyá. Y remató esperanzado: “cuando hay un palo gordo, como este del descenso, a lo mejor los jugadores reaccionan”. Difícil hacerlo cuando su capitán, mujer u hombre, es designado entre gallos y medianoche.